domingo, 9 de septiembre de 2007

La pobreza extrema se ensaña con la mujer

Madres de familias numerosas, abuelas que asumen el papel de mamás con sus nietos y esposas abandonadas se las arreglan para sobrevivir. Tienen oficios informales y casi nunca acceden a salud y educación.
Las manos de doña Eulogia (62) están prácticamente deformes a causa del reumatismo, y pese a ello y al intenso dolor que la enfermedad le provoca continúa lavando ropa y arreglando jardines a diario. Aunque no le es suficiente, se contenta con reunir Bs 12 al día, lo necesario para dar de comer a dos niños, pagar el alquiler de su cuarto y la energía.
La historia de doña Eulogia es una de miles que revelan la situación de extrema pobreza en que aún viven millones de bolivianos, peso que recae en la mujer, en la mayoría de los casos.
Esta lectura es compartida por los responsables de los brazos sociales del sistema RTP y Radio Fides, que brindan ayuda a personas de escasos recursos.
“Lamentablemente, el peso de la pobreza recae en la mujer porque cuando hay abandono es ella la que se hace responsable de los hijos, la alimentación, educación y demás. Este es un problema que vemos desde hace más de 15 años”, comentó María Eugenia Velarde coordinadora del brazo social de la Tribuna Libre del Pueblo que se emite a diario en canal 4 Radio Televisión Popular.
“Atendemos a madres solteras o madres de familias muy numerosas que tienen entre seis y 10 hijos; son de ingresos muy bajos y con trabajos eventuales”. Explicó que diariamente se reciben entre 15 y 17 casos, de los cuales 10 son para pedir ayuda médica, precisamente a falta de dinero.
Christian Fuentes, director del Hospital del Niño, señaló que cada mes, cerca de cinco niños son abandonados porque sus padres no pueden pagar las cuentas.
“En general, los niños llegan con las enfermedades avanzadas. El seguro (SUMI) cubre los gastos de los niños menores de cinco años, pero para los que superan esa edad es más difícil. Cuando es gente muy pobre dejan a los niños y a veces aparecen luego de un mes o 45 días para enterarse qué pasó. Estos casos se dan en el hospital, en promedio, cinco veces al mes”, relató Fuentes.
Felicia Rojas, del brazo social de Radio Fides, aseguró que diariamente atienden cerca de 10 casos, “cinco son para solicitar ayuda médica”. Explicó que hay casos en los que se debe conseguir entre Bs 2 mil y 5 mil.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), al 2001, el 34,2 por ciento de la población vive en una pobreza moderada; el 21,7 por ciento en la indigencia y el 2,7% en la marginalidad.
Testimonios
“Quisiera tener un terreno para cuidar”
EULOGIA CONDE (62). Lavandera y jardinera, vive en Chijipata en la zona Sur de La Paz.
“Soy madre de seis hijos, pero todos son mayores y se han olvidado de mí; vivo aquí en Chijipata en este cuarto con mi hijo de 22 años que es discapacitado (nació con un daño cerebral) y con mi nieto de 9. Mi hija me lo dejó cuando nació porque lo tuvo como madre soltera y luego se fue con otro hombre y ahora tiene otros dos hijos. Todos los días me levanto temprano para sacar agua del pozo porque a este barrio aún no llegó el agua. Quisiera un terreno para cuidar porque ya no puedo seguir pagando el alquiler de este cuarto (Bs 70), ya debo de dos meses y el dueño me ha dicho que me vaya, pero no tengo dónde salir. Además, tengo que pagar la luz que es Bs 30 cada mes. Soy lavandera y también hago jardines, pero con lo que gano (cerca de Bs 12 por día) no me alcanza porque tengo que dar de comer a mi hijo y a mi nietito. Mis manos me duelen mucho porque el agua es muy fría y mis dedos se me están doblando”.
“Mi marido no puede conseguir trabajo”
GERÓNIMA SUXO (42). Vive en Alto Achachicala (La Paz), recoge abono para venderlo por semana.
“Vivo en Alto Achachicala y tengo dos hijos de 4 y 10 años, pero mi mamá también vive con nosotros. Mi marido no puede conseguir trabajo; a veces le llega algo y a veces no. Por aquí nosotros sacamos tierra para el abono y le vendemos al camión, por carga nos pagan Bs 80, pero esto no es seguido. El camión viene cada semana por carga y con eso nomás vivimos y compramos nuestra comida. Esta no es mi casa, era un terreno que estaba vacío y nos lo hemos agarrado, y aquí hemos construido con lo que hemos podido, pero dice que ahora van a construir un camino que unirá Alto Lima con Alto Achachicala y parece que me lo van a destruir y nos vamos a tener que conseguir otro lugar. Mi hijo mayor va a la escuelita de Siete Lagunas, ya está en tercer curso, pero no sé si va a seguir estudiando cuando nos saquen de aquí. Mi marido ahora ha salido a buscar trabajo, ojalá consiga algo porque tenemos que dar de comer a nuestros hijos y a mi mamá”.
“Mi marido me ha dejado hace tiempo”
MARÍA CHOQUE (54). Vive en final Alto Lima (El Alto) y vende llauchas y humintas.
“Tengo tres hijos, uno se ha ido y no ha vuelto nunca más a la casa. Mis otros dos hijos tienen 19 y 15 años, el menor trabaja de voceador y el otro trabaja con mi hermana menor, pero lo hacen para ellos porque yo ya no les puedo dar mucho. Mi marido me ha dejado hace tiempo y yo apenas mantengo a mis hijos. Vendo llauchas y a veces cuando hacen en el horno también vendo humintas. Lo malo es que la gente ya no nos quiere comprar porque ha subido de Bs 1 a Bs 1,50. Salgo todos los días a las tres de la mañana a recoger las llauchas porque aquí no llega micro para ir hasta Alto Lima y tengo que caminar cerca de una hora. Luego, vendo las llauchas desde las seis de la mañana y a veces gano Bs 20 o menos al día. Vivo en esta casita que la he hecho con adobitos y el agua del río se está entrando y me lo está humedeciendo, parece que se va a caer. Este terreno no es seguro y si se cae no sé a dónde nos vamos a ir con mis hijos”.
“Quiero enviar a mis hijas al colegio”
BENITA APAZA (37). Vive en Alpacoma y trabaja en las ladrilleras con su esposo.
“Vivo hace cuatro años en Alpacoma porque nos han dicho, a mí y a mi esposo, que en las ladrilleras había trabajo. Toda la gente que vive por aquí está trabajando en lo mismo. No podemos vivir bien porque hay mucho polvo en el aire y mis hijas se enferman. El camión cisterna viene de vez en cuando a regar el piso porque no hay agua. Tampoco hay una posta de salud para que nos atiendan ni hay farmacias cerca. Tengo dos hijitas de 1 y 3 años y vivo con ellas y mi esposo en este cuarto. No tenemos para pagar otra casa más grande porque este cuarto nos dan gratis. Mi esposo también trabaja en las ladrilleras, aunque es muy duro porque nos pagan de acuerdo a lo que avanzamos. Lo único que quiero es seguir trabajando para poder enviar a mis hijas al colegio para que salgan adelante y no se queden como yo y mi marido trabajando como burros. ¡No hay cuándo salgamos de la pobreza! ojalá al año, de una vez, mi esposo pueda encontrar otro trabajo”.
“Tengo que criar a dos nietos huérfanos”
ELENA VALERO (67). Vive en Alto Lima (El Alto), recicla botellas y bolsas de plástico.
“Yo vivo en Alto Lima, he tenido 14 hijos, pero ocho se han muerto, seis nomás viven. Trabajo recogiendo botellas y bolsas nylon de la basura y luego se los vendo a una señora que no nos paga mucho. Me falta dinero porque tengo que criar a dos nietos que han quedado huérfanos. Tengo que pagar Bs 50 por el cuarto donde vivimos y aparte debo pagar el agua y la luz. A veces, cuando falta plata, tenemos que estar con un té con pan porque no nos alcanza para comprar comida. La señora que me compra mis botellas y plásticos me paga 50 centavos por las botellas y Bs 5 por el montón de nylon que le vendo. Antes yo era lavandera, pero mis manos me duelen mucho y ya no puedo lavar. Yo reciclo desde el mediodía y también por las noches, pero tampoco hay mucho para recoger porque ahora mucha gente trabaja en lo mismo. Este trabajo es grave porque a veces me indispongo, pero ya me estoy acostumbrando a hacerlo”.
“Trabajamos para dar de comer a 9 niños”
FERNANDO VALDIVIA (48). Vive en la zona sur de Cochabamba y se dedica al comercio informal.
“Todos los días mi esposa y yo salimos a las seis de la mañana para vender cortaúñas, pilas de radio, pañuelos, horquillas y esas cosas. Vendemos hasta casi las diez de la noche. Vivimos en la zona sur de Cochabamba y tenemos un puesto cerca de la plaza 14 de Septiembre, siempre nos trasladamos en micro. Por día, tenemos que sacar Bs 100 por lo menos; de ahí, 25 es nuestra ganancia y lo demás es para comprar la mercadería. Mi esposa y yo trabajamos para dar de comer a mis siete hijos y dos sobrinas que se quedaron a mi cargo. Si algún día me atraso ya no logro ganar el dinero que me hace falta y no puedo comprar almuerzo para todos. Toda mi familia come en el mercado, siempre comemos sopa que cuesta Bs 2,50, a veces alguno de mis hijos puede comer segundo que nos venden a Bs 3,50. Si me enfermo o se enferma alguno de mis hijos o mi esposa vamos al Hospital Viedma porque es el más barato, nos cobran Bs 30 por la consulta”.
“Mi hijo de 13 años es el hombre de la casa”
MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ (40). Vive en el barrio Palestina de la ciudad de Sucre.
“Mi marido me dejó hace siete años por otra mujer, tengo cinco hijos, el mayor es de 13 años y la menor tiene 5. Antes era lavandera, pero ya no puedo trabajar porque estoy mal de los pulmones. Mi hijo mayor, Edilberto, es el hombre de la casa. Él estudia durante la semana y trabaja los sábados y domingos cargando las bolsas del mercado; se gana de Bs 3 a 5 por día. Cada día cocinamos a leña —porque no tenemos cocina— sopa de maíz o de arroz. A veces viene mi suegra a visitarnos desde la provincia Azurduy y me regala arroz. Mis hijos y yo vivimos en un cuarto aquí en el barrio Palestina (en las afueras del aeropuerto). Vivimos en la única cuadra que tiene luz, pero nosotros no tenemos luz porque no podemos comprar un medidor. Nos falta más de la mitad para pagar el lote donde vivimos. A veces los vecinos nos regalan ropa o comida”.

La Razon 09/09/07.

No hay comentarios: